LA BATALLA DE VERDÚN -SEGÚN GOETZ- CIEN AÑOS DESPUÉS (II)

Entre febrero y diciembre de 1916 se libró la batalla de Verdún, una de las importantes de la I Guerra Mundial y una de las de peor recuerdo del siglo XX. No en vano, en general, la primera gran guerra fue una de las más ignominiosas contiendas de la historia.


Karl Xaver Goetz, medallista alemán que lanzó el expresionismo metálico a las más altas cotas de excelencia, materializó en las dos caras de la siguiente pieza sus conclusiones sobre la contienda de la que este mes, diciembre de 2016, se cierra centenario.


Verdún, como se ve en el anverso, fue para Goetz la sumisión de Alemania bajo la esquelética muerte que representaban Francia e Inglaterra pero, sobre todo, en ella vuelca toda la filosofía artística de la escuela munichesa en la que estaba inmerso. Es obvio que aquí deja a un lado el carácter satírico que tanta fama le dio en otras medallas; sátira retórica, inteligente, y que en ocasiones no esquivaba los peores capítulos del devenir teutón. 

Curiosamente fue Walther Eberbach, otro gran autor coetáneo, el que sí buscaría esta línea cómico-trágica en la conmemoración de Verdún, donde utilizando también la imagen de un esqueleto, rellena el anverso de su medalla con un campo en el que una bomba de agua riega con sangre todo el espacio. 

Aquí, Karl, una vez más consciente de las posibilidades propagandísticas del arte, se dispuso a hacer uso de este carácter finalista -cultivado tanto en guerra como en los años subsiguientes- dando lugar a una obra de bella factura y directa narrativa.

Por su parte, el reverso, visto como una ramillete de alusiones metafóricas, se centra con el lema en la renombrada importancia estratégica del Rin, río mítico y frontera eterna del espacio centroeuropeo.

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